/

domingo, 6 de julio de 2025

“La Inteligencia de las Flores" de Maurice Maeterlinck




Desde mis 12 años he tenido una gran obsesión que ha durado muchos años (diría que hasta hoy no se ha ido completamente). En ese entonces era el lenguaje de las flores; ahora, en sí, hablo de las flores y su naturaleza: la mecánica floral. No sé en qué momento de la vida dejamos de prestar atención a las cosas bellas y simples que siempre nos rodean, como las flores que nacen en cualquier parte del mundo. Recuerdo que me deleitaba verlas, descubrirlas, fotografiarlas, categorizarlas, pintarlas, y bueno, he vuelto a esa obsesión que me ha guardado por años. Pero en esta oportunidad, desde el estudio y de la mano de Maurice Maeterlinck y su maravilloso y amado libro “La Inteligencia de las Flores”. Y sí, mientras el mundo arde (sin necesidad de ignorar o evitar la cruda dosis de la realidad), qué mejor que las flores para explicar la naturaleza de las cosas; es en ellas donde se concentra el esfuerzo de la vida hacia la luz y hacia el espíritu.

“Designa la “idea fija” floral de rebelarse, ascender, quebrar el estático destino vegetal y penetrar el mundo animado. Y aborda la obligatoria premisa de todo humano que ambiciona saborear lo vivo: captarlo (entenderlo: intelligere) en su dinámica específica.".

Hay un momento, breve pero sagrado, en que una flor se abre. Nadie lo ve del todo, porque sucede en el ritmo de lo lento, en la respiración secreta de la naturaleza. Y sin embargo, en ese gesto minúsculo —la inclinación de un tallo, la apertura de un cáliz, la torsión leve de un estigma buscando el sol—, se despliega una inteligencia antigua, callada y “sin" lenguaje.

miércoles, 9 de abril de 2025

EL ECO NO VISTO

Leonora Carrington. The Giantess (The Guardian of the Egg), 1947


Hay un silencio hondo que no suena,
oculto manantial de sombra y luz
que el alma, cual estatua sin voz, conduce,
con fría hermosura que serena.

No he visto ese confín donde resuena
la noche imaginada que seduce,
con sueños vagabundos que produce
un pecho de cristal que nadie llena.

Mas siento su perfume en la memoria,
una agua oscura que por dentro fluye,
un viento sin orillas ni victoria.

Y aunque mis ojos ciegos no lo arguyen
sé que esa ausencia labra mi historia,
como un mar no mirado que influye.

domingo, 16 de marzo de 2025

LA MUJER EN LA ALQUIMIA

Sobre su pecho está el verdadero Sol, sobre su vientre, la Luna, su corazón da luz a las estrellas y planetas, cuya influencia, infundida en su pecho por el espíritu mercurial (llamado por los filósofos el espíritu de la Luna) es enviada al mismo centro de la tierra, su pie derecho se posa en la tierra y el izquierdo en el agua, mostrando así la conjunción del azufre con el mercurio, sin la que nada podría ser creado.
(Robert Fludd. Utriusqui Cosmi Historia, 1617-1619)
Sobre su pecho está el verdadero Sol, sobre su vientre, la Luna, su corazón da luz a las estrellas y planetas, cuya influencia, infundida en su pecho por el espíritu mercurial (llamado por los filósofos el espíritu de la Luna) es enviada al mismo centro de la tierra, su pie derecho se posa en la tierra y el izquierdo en el agua, mostrando así la conjunción del azufre con el mercurio, sin la que nada podría ser creado''. 

Pocos términos hay más evocadores de lo misterioso, lo secreto, lo oculto, que la palabra alquimia". Su sola mención despierta imágenes de laboratorios en penumbra, vapores opalinos que dispersan la tenue luminosidad que proviene de los hornos, matraces en los que hierven líquidos glaucos que apenas nos permite distinguir la ajada figura del alquimista inclinado sobre sus libros, el señor de un territorio de fantasía y magia la ciencia medieval por excelencia. Ciencia y arte, la alquimia se erige como el más profundo símbolo del conocimiento hermético, aquel que trasciende la mera experimentación material para devenir en una verdadera transformación del alma.

Considerada durante siglos una disciplina esotérica, vinculada a la gran tradición sapiencial de la humanidad, la alquimia ha sido malinterpretada como mera predecesora de la química, reducida a la búsqueda ingenua de la transmutación de metales. Sin embargo, en su lenguaje velado se esconde una metafísica de la materia y del espíritu, un arte que entrelaza el macrocosmos y el microcosmos en la danza eterna de la evolución y el retorno. Su influencia se extendió a lo largo de milenios, y a pesar de haber sido practicada en su mayoría por hombres, es innegable la huella de la mujer en su desarrollo, no solo como presencia simbólica sino también como artífice de sus secretos más profundos.

viernes, 24 de enero de 2025

SEDA de Alessandro Baricco


Una novela puede ser un río que fluye, un torrente de personajes, espacios y tiempos que se entrelazan, sumando en su recorrido el caudal de sus afluentes. También puede ser el reflejo de una vida que transcurre con lentitud, con la parsimonia de las estaciones, hasta convertirse en una exasperante quietud.

Algunas nacen de un suceso mínimo, de una sensación que despierta la tormenta y, al mismo tiempo, la calma. Otras se deslizan como un arroyo sereno, cuya transparencia deja ver el fondo azul de la vida, de las vidas, de cualquier vida.

Seda no es solo una historia, es un soplo, un murmullo. Un eco contado en voz baja, donde el amor no grita, sino que flota entre silencios. Hervé Joncour viaja lejos, allí donde el sol nace y las palabras se disuelven como el vuelo efímero de una mariposa. Busca seda, pero encuentra una mirada, un rostro que no se pronuncia y que, sin embargo, lo nombra. Japón es un susurro prohibido, un mapa de deseos trazado en la piel de una carta. El tiempo se pliega como los hilos más finos, y el amor, invisible como el viento, teje su destino con hilos de ausencia.

Alessandro Baricco no escribe, borda. Hilvana frases como filamentos dorados, tejiendo un relato breve, pero infinito en su belleza.

Leer Seda ha sido una exquisitez para mi presente, una forma de reconocer el mundo en sus cenizas. Un intento por hallar las huellas de lo fugaz e induradero en lo definitivamente estéril.