Nos hacen falta maestros no solo de vida interior, sino sencillamente de vida, de una vida total, de una existencia digna de ser vivida. Nos hacen falta cartógrafos y testigos del corazón humano, de sus infinitos y arduos caminos, pero también de nuestra cotidianidad, donde todo es y no es extraordinariamente simple. Necesitamos una nueva gramática que concilie en lo concreto los términos que nuestra cultura concibe como irreconciliables: razón y sensibilidad, eficacia y afectos, individualidad y compromiso social, gestión y compasión, espiritualidad y sentidos, eternidad e instante. ¡Deberíamos hacer una mística del instante de los sentidos!