Vamos a tomar como punto de partida de la exposición lo más tangible, concreto e íntimo del hombre y de la mujer: su cuerpo.
El uso corriente del lenguaje impone, como una inercia, el aceptar ciertos conceptos modernos (incluso, "nuevos"), como meras convenciones que poco importa lo que encierran. Esta inercia propia del descenso del ciclo en el que vivimos, se ve muchas veces potenciada por los medios de comunicación y su lenguaje eufemístico. Si se ignora y se desprecia la etimología de las palabras, resulta más sencillo reducir el poder del lenguaje a un torpe balbuceo repetido hasta la saciedad. Esa es la finalidad de la infrahumanidad para con el lenguaje. Así sucede, por ejemplo, con el llamado "culto al cuerpo" que el mundo moderno asume con derecho como propio. Si en verdad el mundo moderno rinde culto a algo, resultará interesante cuestionarse qué es aquello a lo que dice rendir culto, en este caso, el “cuerpo”, y lo que esta palabra ha devenido significar hoy en día. Escuchar que "en el mundo moderno, el cuerpo (o la imagen) es muy importante" se ha convertido en algo tan habitual y rutinario, que resulta casi imposible poder explicar mínimamente en que consiste esa importancia. Este seguimiento no resulta ni mucho menos una "historia del cuerpo", pues ni el método, ni los datos, ni los fines son históricos. Se trata de exponer una síntesis del involutivo proceso que convierte al hombre y la mujer modernos en pacientes de cirugías plásticas, consumidores de una moda que les es impuesta, y esclavos de su propio reflejo deformado en el espejo.