Si del fuego hubiese sido la armonía que ni siquiera la refulgencia de una mirada tajante y cautelosa hubiera sido de mi un impedimento para mi desatención e insolencia; pero como adalid de condescendencia y albor de los pesares, la situación busco mas que un acto de investidura discreta del cual mi interés no es participe para los agitados vientos en ristre para aventurar. Que de mi ceguera no haya reproches cometidos en ingenuidad porque mis diletantes palabras siguen en pie para perdurar, la sutileza consiste en que no es conveniente alcanzar elementos que por naturaleza se destruyen sin piedad.
¡De la desconfianza no hay que desconfiar!