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viernes, 2 de septiembre de 2022

La Historia de Adán Ruhani



Si se reuniesen todos los sueños humanos se obtendría un hombre gigantesco, un ser humano del tamaño de un continente. Y ése no sería un hombre cualquiera, sino Adán Ruhani, el Adan celestial, antecesor angelical del hombre del cual hablan los imanes. Ese Adán antes de Adán era en el principio la tercera región del mundo, pero se exaltó tanto consigo mismo que se perdió, y cuando se recobró de ese vértigo, en sus extravíos arrojó al infierno a sus compañeros de viaje. Iblis y Ahriman, y volvió al cielo, pero entonces allí se había convertido en la décima región, pues los 7 querubines habían ascendido en el intervalo en la jerarquía celeste por encima de él. Así sucedió que el primer Adán quedó atrás: los sietes grados en la escala son la medida de su retraso respecto de sí mismo, y así nació el tiempo. Porque el tiempo no es más que la parte de la eternidad siempre atrasada. Ese Adán angelical, o bien pre-Adán, que era al mismo tiempo hombre y mujer, ese tercer ángel que se convirtió en décimo, busca eternamente alcanzarse a sí mismo, y por momentos tiene éxito, pero continuamente vuelve a caer, así que todavía hoy está vagando entre el décimo y el segundo grado de la escala de las regiones.

Los sueños humanos son, por lo tanto, la parte de la naturaleza humana que proviene de aquel primer Adán, el ángel celeste, porque él pensaba como nosotros soñamos. Era veloz como nosotros somos veloces sólo en el sueño, o, para ser más exactos, nuestros sueños están formados por su velocidad angelical. Y hablaba como nosotros hablamos en el sueño, sin usar el tiempo  presente ni el pasado, sino sólo el futuro. Y al igual que nosotros en el sueño, él no podía ni matar ni fecundar. Por eso los cazadores de sueños se sumergen en el sueño y en los sueños de los otros y obtienen las partes del ser del primer Adán, los componen en un todo llamado diccionarios Jázaros, con el fin de recrear a través de todos esos libros unidos el cuerpo inmenso de Adán Ruhani. Si seguimos  nuestro antepasado celestial en el momento en que esta ascendiendo en la escala divina, también nosotros nos acercamos a Dios, si en cambio tenemos la desgracia de seguirle cuando está cayendo, nos alejamos de Dios, pero no podemos saber ni lo uno ni lo otro. Confiamos en la suerte, siempre con la esperanza de que nuestro contacto con él se produzca en el momento en que viaja hacia el segundo nivel de la escala de las regiones, para poder ser arrastrados también nosotros a lo alto, más cerca de la verdad.
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