"Danza y danzante son inseparables en su esencia, como lo es la llama y el fuego. He ahí lo sagrado de tu oficio"
- ¡Nos saluda con un hasta anjali! ¡Está bendecida! Las buenas costelaciones así lo confirman - pronosticó jubilosa la tatarabuela.
Aun muy niña, la mujer de la danza de fuego fue ungida con aceite de sándalo y llevada a un pequeño templo magnificante adornado, que sería en adelante su casa y su escuela.
- La primera lección tal vez sea la más fácil - le dijo la gran maestra del templo -. Mirarás el fuego hasta que el fuego te hable, pequeña...
- Así será, ¡Oh, gran maestra!
La mujer de la danza del fuego se sentó desnuda frente a una hoguera, por días, en la soledad y el silencio. En la hora azul del noveno día, el fuego finalmente le habló en la hermosa y grácil armonía del movimiento de las llamas:
- Danza y danzante son inseparables en su esencia, como lo es la llama y el fuego. He ahí lo sagrado de tu oficio.
La mujer abrazo al fuego maestro de su interior y logró la precisión y la maestría en las danzas más antiguas, enseñadas desde los tiempos inmemoriales, como la celebración de la benevolencia de la vida y la eternidad del universo.
Llegó a danzar tan bellamente que conmovía hasta las lágrimas a todos los fieles que acudían al templo. Pero pronto llegaron los elogios y detrás de ellos, como una trampa, la vanidad.
- He logrado dominar todos los movimientos de la danza. Pies, manos y ojos son uno con la danza y el fuego. Es perfecto.
Al escuchar estás palabras, la gran maestra del templo le pregunto:
-¿Quién eres tú, oh, gran maestra de la danza del fuego?
- Soy eso...la gran maestra de la danza del fuego - respondío con un dejo de prepotencia.
- Veo que aún no has ententido quien eres. Has perfeccionado la ejecución de tu arte pero tu alma aún debe aprender de su esencia. Debes salir del templo y aprender quién eres...irás a una cueva a meditar y volverás en un año.
Así, la mujer de la danza del fuego se marchó a meditar en una cueva de las montañas. Cumplido el año, cuando ya llegaba el tiempo de los montones, volvió a las puertas del templo y tocó.
- ¿Quién es? - preguntó la portera del templo.
- Soy yo, ¿acaso no me reconoces? La aprendiz de la danza eterna del universo..
Al escuchar desde adentro, la gran maestra se acercó a la puerta y sin abrir le dijo:
- Veo que has aprendido de humildad, pero aún veo que no has aprendido quién eres... Vete de nuevo a meditar donde la senda de tu corazón lo indique.
Pero en lugar de irse a la cueva, la mujer de la danza de fuego se echó a andar por 7 años, hasta llegar a una gran ciudad, donde por fin vio rostros de todo los colores y en ellos aprendió a reconocerse.
Finalmente, la mujer de la danza de fuego volvió a tocar las puertas del templo.
- ¿Quién es? - preguntó la portera del templo.
- Soy tú - contestó la mujer de la danza del fuego.
Al escuchar desde adentro, la gran maestra del templo se acercó a la puerta y abriendo le dijo:
- Bienvenida a casa, oh, gran maestra de la danza del fuego.
Su arte fue tan sublime que se hizo leyenda entre quienes viajaban millas para verle. La mujer de la danza de fuego se hizo cada vez más una gran maestra, pues los ojos de los otros fueron espejos para ver su propio ser.
- Más allá de la mente y el pensamiento, está el Ser.
En la India milenaria, la danza es la encarnación física de la música, una ceremonia y un acto de devoción.
La danza del Bharatanatyam se considera una danza del fuego, una manifestación mística del elemento fuego en el cuerpo humano. En tiempos inmemoriales está danza fue practicada por las devadasi que eran consideradas bailarinas celestiales.
Lejos de la significación de sus orígenes, tras la ocupación británica a la India y la prohibición de las devadasi en 1982, las niñas o mujeres son ofrecidas por sus familias como esclavas o "modernas" devadasis a templos dedicados a la diosa Yallamma por dos motivos principales: uno, porque se libran de una boca más que alimentar; dos, porque así evitan pagar la dote de una hija ante un futuro matrimonio concertado.