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jueves, 5 de octubre de 2023

ASTROLOGÍA Ciencia de las Ciencias


La astrología era la ciencia de los ritmos cósmicos, y del orden supremo. Por ello era la ciencia madre de todas las ciencias, ciencia superior a todas las otras pues mediaba entre la realidad sensible percibida por el hombre y la mente divina o el Anima Mundi. Su labor era en cierto sentido traducir el orden superior a un orden inteligible, aplicable y útil al hombre. Además a su alrededor se organizaban todas las otras ciencias y saberes, sin duda la matemática pero también, en tanto que ella estipulaba cuáles eran los órdenes legítimos -es decir el canon-, la música, la arquitectura, y todas las demás artes. E incluso, puesto que la astrología establecía las tablas de analogías y correspondencias así como los ritmos naturales dominaba sobre la medicina, a través de la farmacia y la botánica. La astrología era ciertamente la ciencia de las ciencias, pues ordenaba y limitaba a todas la otras. 

Los límites de la ciencia medieval venian señalados como no podía ser de otro modo por la ciencia más completa de todas, más completa en el sentido de comprehensiva y de principal, aquella que se acercara más a la comprensión de los principios supremos de la manifestación. Por decirlo de un modo gráfico, aquella ciencia que mediara entre lo manifestado y lo inmanifestado, entre lo visible y lo invisible. Esa ciencia no era, como se suele pensar, la teología -ciencia pura de Dios- sino la Astrología que es la intermediadora natural entre los cielos -y su orden- y la tierra, nótemos cómo su legitimidad le viene por completo del orden simbólico. Tal disciplina era la madre de todas las ciencias naturales, de modo análogo a como la teología era la madre de las ciencias intelectuales. 

Sobra decir que aquella astrología no tenía nada que ver con lo que hoy día recibe tal nombre. Hablamos de una ciencia de los ritmos naturales -en tanto imagen y expresión de los ritmos superiores y divinos- que era un conocimiento muy serio y metódico de la naturaleza, y no sólo de los astros como se suele pensar sino que incluía ámbitos como los ritmos de crecimiento y floración de las plantas, los ciclos de siembra y recogida, el estudio del clima, etc... Una verdadera ciencia de la observación de la naturaleza. 

Es posible que donde haya una mayor diferencia respecto del paradigma cientifista moderno sea en el hecho de que la ciencia medieval ignoraba por completo la experimentación -es decir la manipulación- y se basaba por completo en la observación, era una ciencia pura de la observación. Esta ciencia fue por supuesto elaborada en los monasterios de los cuales no salió sino hasta muy avanzada la Edad Media. 

Al margen de este carácter anti-experimental de toda la ciencia medieval en lo que radicaba la centralidad de la disciplina astrológica era en que -en virtud de la ley de analogía- todo el conocimiento y comprensión del mundo exterior podía ser traspuesto y aplicado al interior del hombre, es decir a su alma. Esta capacidad para establecer puentes entre interior-exterior, entre macrocosmo y microcosmo, objetivo fundamental del saber medieval, es lo más característico de este paradigma, un hecho que resulta inconcebible para el hombre moderno, cuya mirada está completamente escindida entre sujeto y objeto, ente el yo y lo otro. Y, dado que es sobre esta separación sobre la que se construye y sostiene la modernidad, es necesario re-elaborar y re-definir esta relación entre el yo y lo otro para construir una nueva mirada de la realidad -una mirada no separadora sino integradora, que no excluya sino que incluya al hombre en el mundo- y a través de ella se vislumbre un nuevo mundo. 

Ciertamente es imposible reconstruir lo que era el conocimiento astrológico medieval con todo lo que abarcaba y todas sus aplicaciones prácticas, pues se ha perdido por completo pero quizá tengamos oportunidad en el futuro de profundizar en algunos aspectos para dar una idea más justa de en qué consistía una ciencia tal.  

Claríssimas señales muestra el cielo
de tu fatal y súbita rüina:
Saturno melancólico domina,
su claro resplandor enturbia Delo,
venir parece Júpiter al suelo,
ardiendo Marte en cólera se indina,
el génito de Maya no parece,
y Venus con la Cintia se escurece.

... el Escorpión y el Cancro están sañudos,
el Tauro como atado al bramadero,
el Capricornio rígido y austero,
llorando allá los Géminis desnudos,
Aries con cuernos ásperos y agudos,
el vedijoso León airado y fiero,
colérico el biforme Sagitario,
vertiendo sangre el cántaro de Acuario.

... vese la estéril Virgen desgreñada
mostrando faz terrible y enemiga,
y desgranando la bermeja espiga
con su furiosa mano arrebatada;
Libra, con roxa sangre barnizada,
nos hinche las balanças de fatiga,
y en su lugar los húmidos pescados
vemos estar comiéndose a bocados.

... pues ved allá las Pléyadas ñublosas,
y cómo essotros astros van y vienen,
essos escuros círculos que tienen
essas constelaciones rigurosas;
sobre Aquilón las nubes procelosas,
amenazando lluvia, se detienen;
armado el Orïón mirad a parte,
mirad en conjunción la Luna y Marte.

Bolved acá y veréis el vando ursino
cuán denodado y fiero que nos mira,
y Arcturo, que le sigue ardiendo en ira,
sin esperar a Bootes su vezino;
aun Pólux de su Cástor uterino
parece que enojado se retira;
encréspase el Dragón con sus escamas,
y la polar Serpiente escupe llamas.

Poned allí los ojos en el Ara,
hechura de monóculos jayanes,
adonde, para mal de los Titanes,
juró tendiendo Júpiter su vara:
veréis que el Escorpión en ella encara
haziéndole iracundos ademanes,
y que la tiñe sangre desde arriba
hasta la irme base donde estriba.

Mirad a la Canícula con Leo
y a la Cometa Nigra de Saturno,
vereislo todo lóbrego y nocturno,
todo con un aspecto horrible y feo;
todo se viste el más lutoso arreo,
y todo pronostica mal diuturno:
todos –Olimpo, Telus, Juno y Glauco–
han ya rompido treguas con Arauco.

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