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sábado, 22 de noviembre de 2025

Grandes Compositores - II Parte

 

Saint-Saëns (1835-1921) – Saint-Saëns explora el misterio de la belleza, la elegancia y lo enigmático , su música sugiere mundos ocultos bajo la superficie, su arte es un espejo de lo que no comprendemos.

Bizet (1838-1875) – La pasión de “Carmen” arde como un sol andaluz, brillando aún en el ocaso. Su pasión es como el fuego de un atardecer: hermosa y mortal, consumiéndose en su propia intensidad.

Mussorgsky (1839-1881) – Sus obras son retratos vivos de la tierra rusa, de sus penas y grandeza. Su música capta el alma de Rusia, una tierra de verdaderos contrastes, entre la miseria y la gloria.

Tchaikovsky (1840-1893) – Su música es el dolor, la melancolía y la belleza unidos en una danza de cristales (ballets) como en un cuento de hadas que se rompen al tocar.

Dvořák (1841-1904) – Sus notas evocan praderas y ríos, llevando la nostalgia de su patria al mundo. Dvořák es la voz de la nostalgia, de una patria soñada, donde cada melodía es un viaje de retorno. 

domingo, 9 de noviembre de 2025

INTERNET - HORROR CÓSMICO



Internet es un inmenso monstruo, al mejor estilo lovecraftiano, que creemos haber inventado, pero que en realidad descubrimos. Consume nuestra indignación y nuestra energía negativa; tal vez por eso, los posts más virales son los de personas indignadas quejándose u odiando, entre otras cosas. Es como un gran océano negro en el que solo vemos una porción de la información, y la vemos de manera fragmentada.

Hay millones de cosas flotando allí, que no sabemos quién las hizo o para qué. No solo hay mentirosos y peligrosos, sino también fantasmas. ¿Qué hay de la cantidad de perfiles de personas muertas en Facebook o en Instagram?

Si lo pensamos bien, es una criatura inconmensurable que, encima, habita en otro plano, paralelo al nuestro, en una dimensión adyacente. El ciberespacio está solapado con nuestro mundo y está habitado por versiones digitales de nosotros mismos, que siguen ahí cuando nos vamos a dormir: puras sombras digitales que quedan atrapadas.

Internet nos tienta con susurros, sus engranajes invisibles están diseñados para robarnos la pureza, la inocencia y la verdad, no solo tiempo: nos roban nuestra identidad y nuestra seguridad. En sus profundidades habitan los acechadores, los que construyen sus propias identidades sintéticas (catfishing) para alimentarse de nuestra confianza, y los que tejen trampas de phishing y malware para devorar nuestros datos. El monstruo no solo nos consume con su indiferencia; activamente nos caza con la promesa de una conexión que resulta ser un anzuelo peligroso.